martes, 18 de diciembre de 2007


"Senectud"


Sentado a oscuras en el polvoriento sillón, aspirando el humo de un amargo cigarro que se apaga, con la copa de brandy sostenida ante el crepitante sonido de las llamas. La noche prometía ser fría y oscura, y los altos techos de esta vieja casa se veían ciertamente inhóspitos… Hasta aquel día no había pensado nunca en la desdicha de estar solo, en compartir mi vida solo con esos tristes peces naranjas de vida fugaz, que absurdos dan vueltas y vueltas al mismo pedazo de mar.


Y sinceramente no se que me trajo hasta este punto…

Hace tiempo me canse de los verdes prados y el mundanal ruido, que ahora tanto extraño. Y es que con la edad y la enfermedad, todo parece cambiar de color, todo recobra los colores de tu juventud… esos irisados matices que tanto nos agobian. ¡Dios cuanto los hecho de menos!... Condenado a no volver a correr por las plazas, angustiado por desperdiciar el tiempo, sabiendo que este cigarro puede ser el último… Con miedo de hablar demasiado fuerte no vayan a pensar que estoy loco.


Agradezco cada noche al dormirme el cansado latido de mi corazón y pienso “Nunca envidie tanto a los nietos, y nunca me sentí tan solo, pero tengo que agradecer a esta irónica vida, que en estos últimos días, en los que cada pizca de aire que se me escapa me duele, me halla enseñado que todo lo que creía de joven fue un error.” Y es que no hay dolor que 100 años dure, ni amor eterno, ni sueños etéreos que perseguir… la vida vale lo que vale por lo que hacemos, por las sonrisas que robamos, y diré que si hoy viene la parca a llevarse su premio, me encontrara sonriendo por todas aquellas veces que no lo hice.

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